Sí, es un título un tanto extraño. Hasta yo he sonreído al verlo escrito y mira que soy el único que sabe lo que voy a escribir en esta entrada en este momento, y aún así sonrío, pero es que no puedo evitarlo.
Como decía en la entrada de hace unos días, ha empezado un nuevo curso. Generalmente, nos sentimos, aunque no estemos dispuestos a reconocerlo, agradecidos y aliviados por volver a la rutina: el verano es tan inconmensurable en cuanto a tiempo libre, tiene tantas y tantas actividades con las que podríamos pasar las horas, tantas decisiones por tomar (salir o no salir con tus amigos porque quieres ver una serie, pintar un warhammer, pasar una tarde con tu familia, devorar libros... o simplemente ni te apetece porque quieres leer un periódico, escribir o jugar a algún videojuego) .... tantas cosas que al final hacemos menos de las que teníamos previstas debido a la gran cantidad de opciones, o bien hacemos muchas cosas ''imprevistas'' que acaban eclipsando el tiempo de las ''previstas''.
Sea como fuere, todos en nuestro fuero interno acabamos agradeciendo el retorno de la rutina. De algo tan simple y normal como la existencia de unas horas pre-programadas que nos ayuden a organizar mejor nuestras responsabilidades y nuestro ocio. Sin embargo, aprendemos pronto a recuperar el sentimiento de que ''necesitamos el verano/las vacaciones''... una gran ironía, siempre inconformes con lo que tenemos.
Yo por mi parte, agradezco el volver a tener que pasar apuntes. Seguramente al leer esto me llaméis loco, o lo penséis, o cualquier adjetivo similar pero es totalmente cierto. Pasar los apuntes que he cogido en clase me ayuda a fijar mejor lo que he dado, me ayuda muchísimo a la hora de repasar para los exámenes y, aunque parezca mentira, he aprendido a apreciar lo relajante que me resulta: vacía mi mente de cualquier pensamiento añadido, solo centrado en cada palabra que transcribo y en el significado que posee en conjunto con las demás; aprendo pasivamente cada cosa que paso de un cuaderno a otro. Ya puedo estar agitado, triste, feliz, exaltado, nervioso o cualquier estado emocional que no importa en absoluto: si paso apuntes, antes o después acabaré tan relajado como en una sesión de spa.
No por ello desdeño una buena conversación con mis amigos, o una tarde tumbado en un parque observando las nubes, o un paseo relajante con mi pareja por la avenida marítima, para nada. Son otros métodos de relajación, cada uno con sus cosas maravillosas (especialmente la primera y la tercera), pero pasar apuntes se ha convertido en mi método del día a día, el rutinario y la verdad es que prefiero seguir viéndolo así antes que como una obligación incómoda (que es como lo ve la mayoría).
Y heme aquí, finalizando una tarde de domingo productiva, apunto de empezar de nuevo la semana. Una cosa que sí tengo clara es que no me gusta nada, nada, pero nada madrugar... me dura diez o veinte minutos ponerme en marcha del todo, y son esos diez o veinte minutos los que odio de cada mañana tras madrugar pero no todo podía ser bueno de la ''vuelta al curso''.
Un saludo.
Earnur.
Frase Final:
''El corazón y el cerebro llevaban todo el día transmitiendo un mensaje que era incapaz de interpretar, hasta el momento en que la miré a los ojos y supe lo que era: amor. Cuando apareció detrás su novio y la abrazó al tiempo que la besaba (por eso sé que era su novio) aprendí otra emoción humana: dolor'' ... Interludio reflexivo de un personaje en una de mis historias.